Krysztof Penderecki Las 7 Puertas de Jerusalem





La “Sinfonía Nº 7”  (Las siete puertas de Jerusalén)  tiene un largo camino compositivo. En el año 1974 Penderecki realiza un viaje a Jerusalén. Una visita peligrosa en unos tensos momentos entre árabes y judíos. La Tierra Santa impresiona al compositor, siguiendo como ferviente católico las huellas de Cristo. Visita Belén, Nazareth, Masada y Hebrón. Realiza nuevos viajes y en 1987 recibe el Gran Premio de Música de la fundación israelita Wolf. En el año 1995 con la influencia del alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, recibe el pedido de una obra conmemorativa del tercer milenio de la toma de la ciudad. Según la historia sagrada, el rey David conquistó Jerusalén hacia el año 1000 antes de Jesucristo, convirtiéndola en la capital de Israel.
Penderecki todavía no había completado su tercera sinfonía, a pesar de haber escrito la quinta, cuando comenzó la obra. Por ello pensó en componer un oratorio con el título Siete Puertas de Jerusalén. Según la tradición judía la octava puerta, la puerta de oro, está cerrada y no se abrirá hasta la llegada del Mesías.
En la primavera de 1996 empieza su escritura, que prosigue durante el siguiente verano y otoño en su casa de Lusławice, alternando con sus giras de conciertos en Francia, Leipzig y Berlín. El manuscrito de la sinfonía fue terminado en Lucerna en el mes de diciembre.
Se estrenó en Jerusalén el 9 de enero de 1997, interpretada por dos orquestas, la Orquesta Sinfónica de Jerusalén y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera, tres coros y solistas vocales, dirigidos por Lorin Maazel. El 14 de marzo se presentó en Polonia con la Filarmónica Nacional de Varsovia dirigida por Kazimierz Kord. Penderecki le ha querido dar el nombre de Sinfonía Nº 7, al no haber completado todavía la sexta. Una sinfonía vocal siguiendo la tradición iniciada por el propio Beethoven y seguida mas tarde por Mahler y otros compositores.
La obra está escrita para seis voces solistas, comprendiendo dos sopranos, contralto, tenor, bajo y narrador, tres coros mixtos, una gran orquesta dividida en dos grupos, el primero situado en una galería sobre la sala, con tres clarinetes, clarinete bajo doblando clarinete en mi bemol, tres fagots, contrafagot, cuatro trompas, tres trompetas, cuatro trombones y tuba. El grupo principal sobre el escenario comprende cuatro flautas doblando dos piccolos, tres oboes, corno inglés, tres clarinetes, doblando clarinete en mi bemol y clarinete bajo, tres fagots, contrafagot, cuatro trompas, tres trompetas, cuatro trombones, tuba, 12 instrumentistas en la percusión, timbales, piano, celesta, órgano ad libitum, 18 primeros violines, 16 segundos violines, 14 violas, 12 violoncellos y 10 contrabajos.
Los textos cantados en latín pertenecen a la Biblia, al Antiguo Testamento, empleando Salmos y parte de los libros de los profetas Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. En 1958 había empleado textos de los Salmos en su obra “Salmos de David”. Su autor nos dice recordando este hecho la siguiente frase. Actualmente, cuarenta años más tarde, veo claramente que únicamente el hombre religioso puede contar ser redimido. La obra lleva la dedicatoria “Ad maiorem Dei gloriam et eius sanctae civitatis laudem aeternam”, para la mayor gloria de Dios y las eternas alabanzas de su ciudad santa.
El número 7 siempre ha fascinado a Penderecki. Su séptima sinfonía comprende siete movimientos como las siete puertas. El tema principal de los movimientos II y IV comprende siete notas diferentes. La obra termina con siete potentes acordes.
El siete siempre ha sido considerado como un número misterioso y mágico. Los siete días de la semana, los siete mares, las siete notas musicales, los siete colores del arco iris, las siete vidas del gato, hasta llegar en los cuentos populares a Blancanieves rodeada por los siete enanitos. En el lenguaje popular se dice que te has hecho un siete cuando se produce una rasgadura en el vestido.
Matemáticamente el número siete es indivisible, complicando los cálculos de los primitivos pensadores que trabajaban en un sistema sexagesimal. Por ello lo consideraron de mal agüero atribuyéndolo a los demonios. Los hebreos en su intento de hacer desaparecer este sentido maléfico lo sacralizaron. Cada siete días es el sabbat, el séptimo mes es sagrado y el séptimo año es un año sabático. Como vemos tradicionalmente el siete es un número muy significativo. Podríamos encontrar muchas más relaciones con dicho número.
Jerusalén fue conquistada por el Rey David de Israel y de Judá hacia en año 990 antes de Jesucristo, convirtiéndola en capital de su reino unificado. Su hijo Salomón construyó el Templo de Jerusalén. Su nombre procede de las palabras hebreas clásicas shalem o shalom que significa paz y yeru que significa casa. Su traducción literal sería casa de la paz. Pero a lo largo de su historia poca paz ha tenido. Después de sufrir múltiples conquistas de sus enemigos en el año 64 antes de Cristo cayó bajo el dominio romano de Pompeyo.
La ciudad estaba amurallada cuando Jesucristo entro el domingo de Ramos por la “Puerta Dorada” montado sobre un asno. La muralla tenía ocho puertas y ésta era la octava. Hasta el Siglo VIII, el patriarca griego de Jerusalén entraba cada año en la ciudad por dicha puerta. Pero la muralla actual no es la misma de aquellos tiempos. Destruida por los romanos en el año 66, Jerusalén conoció mas tarde la dominación bizantina y la árabe. Salvo la época en que fue conquistada por los cruzados, la ciudad estuvo en poder de los árabes. Los turcos otomanos se hicieron con su control a partir del año 1517. La muralla actual que rodea la ciudad vieja, en un perímetro de apenas un kilómetro cuadrado, fue construida a principios de la dominación turca por el Sultán Suleimán el Magnífico.
Esta muralla consta de ocho puertas. Siete se encuentran abiertas y la octava está cerrada. Las cuatro principales indican los cuatro puntos cardinales, denominándose Puerta de Yafo, de Damasco, de los Leones y la Puerta de Sión. El resto son la Puerta Nueva, la Puerta de Herodes, la Puerta de los Desperdicios y la octava puerta la Puerta Dorada. En hebreo y en árabe es llamada también Puerta de la Misericordia. De acuerdo con la tradición judía es la puerta a través de la cual el verdadero Mesías entrará en Jerusalén, al rechazar la figura de Cristo como el esperado redentor. Para impedir su entrada, hace varios siglos que los árabes sellaron esta puerta. Otra tradición árabe dice que la tapiaron para evitar el ingreso del diablo. Además existe otra profecía según la cual un conquistador cristiano entraría una vez en Jerusalén por esta puerta. Con esta explicación aclaramos las dudas que podía generar el título de esta sinfonía conmemorativa.
El primer movimiento, Magnus Dominus et laudabilis nimis, Grande es el Señor y digno de toda alabanza, pertenece al Salmo 48. Los Salmos es uno de los Libros Poéticos de la Biblia. Es una colección de 150 poesías oracionales creadas por los antiguos israelitas a lo largo de su historia. La diferente numeración que se observa entre las traducciones se debe a la diferente división de varios salmos que empieza en el número 9. El desfase de una unidad se mantiene hasta el número 147. Se trata de poesías anónimas aunque han sido atribuidas a David, a Salomón o a otros personajes bíblicos.
Después de unos acordes del metal acompañado por la percusión, el coro canta las dos primeras estrofas del salmo en forma de solemne himno, como una poderosa súplica. Los solistas vocales interpretan las tres primeras estrofas del Salmo 96, Cantate Domino canticum novum. Un interludio orquestal precede a un recitativo para soprano, repetido en contrapunto por el tenor y el bajo. El coro repite con fuerza el primer salmo aumentado con su último verso. En su parte final los solistas se añaden de modo íntimo al coro, terminando delicadamente con cierta incertidumbre.
El segundo movimiento, Si oblitus fuoro tui, Jerusalem, pertenece al Salmo 137, versículo 5. Si te olvido Jerusalén, que se me seque la mano derecha. Es cantado dramáticamente por la segunda soprano, seguido por un grave comentario de la orquesta, mediante pulsaciones de la cuerda y los timbales. Hace la función de puente hacia el cuarto movimiento. La entrada del coro es contestada brevemente por la soprano, terminando con los comentarios orquestales.
El tercer movimiento, De profundis, usa el texto del Salmo 130, versículos 1 al 5. Está interpretado por los tres coros a cuatro voces cada uno, cantando a capella o sea sin acompañamiento orquestal. Se trata de una de las partes más intensas y conmovedoras de la obra, uniendo los estilos antiguos y modernos.
El cuarto movimiento, Si oblitus fuoro tui, Jerusalem, empieza con una grave introducción orquestal, intensificada por la percusión y glissandos de la cuerda, con la soprano que repite la introducción del versículo del segundo movimiento. Continúa con la repetición de los anteriores comentarios orquestales, hasta la entrada de los coros, cantando un texto perteneciente al libro de Isaías 26,2 y 52,1. En el último se une la soprano a los coros, terminando repitiendo su dramática frase. Después de un nuevo comentario orquestal, finaliza el movimiento.
El quinto movimiento, Lauda, Jerusalem, Dominum,  corresponde al scherzo de la sinfonía. Es el más extenso y su texto corresponde al Salmo147, versículos 12 al 14. En él emplea especiales instrumentos de percusión. Como los tubafonos, unos instrumentos desarrollados por Penderecki a partir de los usados por los aborígenes neozelandeses. Están formados por baterías de inmensos tubos de plástico, cuyas oberturas han sido tapadas por paletas de matamoscas cubiertas de fieltro. La parte correspondiente al scherzo es eminentemente rítmica, remarcada por la percusión y el repetitivo canto del coro de modo amenazador. La cuerda y el viento presentan un interludio en forma fugada. La parte central corresponde al trio, en el cual el coro recita de manera camerística las estrofas centrales. Los solistas se le añaden en un modo elegíaco. Un intermedio orquestal empezando en la cuerda, con solos del piccolo, de la trompa y finalmente de la flauta, nos conduce a una repetición de la elegía por el coro y los solistas. La percusión aumentada abre la repetición del scherzo, con su ritmo obsesivo, conduciéndonos a un dramático climax, que sin pausa se encadena con el movimiento siguiente.
El sexto movimiento, Hajetà alai jad adonài, la mano del Señor se posó sobre mi, esta escrito en hebreo para recitador y orquesta, empleando el texto del Libro de Ezechiel 37, versículos 1 a 10. El narrador cuenta la visión de la resurrección de los muertos. La profecía de la resurrección de los huesos humanos secos esparcidos por los campos, es al mismo tiempo una alusión a la resurrección del pueblo judío después del holocausto. La cuerda, el metal y la percusión añaden poderosos comentarios evocativos a la voz del narrador. Una trompeta baja realiza un solo representando simbólicamente la voz de Dios. Nuevamente sin pausa se pasa al movimiento final.
El séptimo movimiento, Haec dicit Dominus, así habla el Señor, utiliza diversos textos de la Biblia. El primero pertenece al Libro de Jeremías, 21,8. Es cantado por el coro con cierta solemnidad. El tenor inicia un dramático recitativo con los textos del libro de Daniel 7,13 y el de Isaías 59,19. El bajo se le une en el intenso diálogo. Después de un breve interludio orquestal, los coros femeninos interpretan los versículos del libro de Isaías 60,1-2 sin disminuir la tensión. Los solistas femeninos continúan interpretando diversos dramáticos solos.
El coro interrumpe empezando la recapitulación de la obra repitiendo el Salmo 48,2 del primer movimiento de la sinfonía de un modo más intenso y solemne.
Grande es el Señor y digno de toda alabanza,
En la ciudad de nuestro Dios, su santa montaña.
Continúa con el texto de Isaías, 60,11,
Tus puertas, estarán permanentemente abiertas,
De día, de noche, jamás serán cerradas...
 y el canto de alabanza del Salmo 96,1 a 3, también como recapitulación del segundo tema del primer movimiento, donde los solistas repiten con insistencia la palabra annuntiate.
¡Anunciad su gloria entre las naciones,
sus maravillas entre todos los pueblos!
Continúa una vez más repitiendo el coro solemnemente el primer tema con el salmo 48,2, intercalando un versículo del Salmo 48,15. La música se intensifica hacia su climax final, pasando por unas notas más sombrías antes de la triunfal cadencia final, con las palabras,
Será nuestra guía hasta el final de los tiempos
Se trata de una obra eminentemente tonal. El estilo de Penderecki sobre el tratamiento de los coros, ha variado desde el potente atonalismo de su Pasión, pasando por su más moderado Requiem, hasta su retorno a unos postulados más clásicos.

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