Shostakovich Symphony No. 7 Leningrad
Con la expresión "realismo socialista" surge, en el polo opuesto, otro término: "formalismo", sinónimo de la peor manifestación de las "tendencias modernistas" de compositores tales como Stravinski, Schönberg, Webern, Bartok, Hindemith, Milhaud, Honneger y otros.
En cuanto las circunstancias lo permitieron, Shostakovich acometió un proyecto que llevaba años obsesionándolo: la composición de la ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk, basada en la novela homónima de Leskov. La ópera se estrenó el 22 de enero de 1934 en el Teatro Maly de Leningrado. Dos días después se presentó en Moscú en el Teatro Nemirovich-Danchenko y posteriormente en la filial del Teatro Bolshoi. El éxito fue inmenso. En ambas ciudades se representó Lady Macbeth varias veces por semana durante dos temporadas. La ópera se representó en Londres y en Estados Unidos, y también tuvo un éxito notable. Shostakovich había alcanzado la cumbre de la popularidad.
El culto a Stalin estaba también acercándose a su cima. El Gran Conductor, Stalin en persona, asistió a una función de Lady Macbeth el 26 de diciembre de 1935. No le gustó la música y quizá vio en algunas escenas una alusión a sus propias campañas de terror y una sátira contra los órganos de seguridad. El hecho es que salió enfurecido del teatro. Lady Macbeth fue inmediatamente retirada del repertorio del país entero. Se retiraron de las programaciones concertísticas todas sus obras. El compositor fue convocado a una reunión especial de la Unión de Compositores, en Moscú. Sobre él se descargó un alud de críticas por su "formalismo", por la "vulgaridad de su música", por sus "tendencias modernistas burguesas". Shostakovich tenía preparada una pequeña maleta y esperaba angustiado a que cualquier noche, muy tarde, como solían, tocaran a su puerta los "órganos de seguridad" y lo arrestaran. Sin embargo, los órganos no se presentaron. Stalin, que no tuvo el menor escrúpulo en enviar a tanta gente a la muerte, debe haber sentido algún respeto misterioso o supersticioso por Shostakovich, igual que por Pasternak, y nunca llegó a tocarlo físicamente.
Antes de que se desatara la feroz campaña contra él, Shostakovich inició la composición de una nueva sinfonía, la Cuarta, una de sus obras más extraordinarias. El compositor, tras nada menos que diez ensayos, decidió retirar su sinfonía y posponer el estreno. El retiro de la obra fue oportuno. Zinoviev, Kamenev y catorce "cómplices" acababan de ser ejecutados. Los arrestos y las desapariciones masivas de supuestos "enemigos del pueblo" se habían vuelto cosa rutinaria. Era la época del "Gran Terror".
En abril de 1937, Shostakovich inició la composición de su Quinta sinfonía. El autor le puso a la obra el subtítulo "Respuesta creadora de un artista a una crítica", como para dar a entender que había tomado debida nota de las reprimendas del Partido. Se puede uno imaginar el nerviosismo del autor la noche del estreno, el 21 de noviembre de 1937. La sala estaba repleta y se respiraba un ambiente de tensión febril. El público quedó absorto desde las primeras notas de la nueva sinfonía. Muchos no pudieron contener la emoción y lloraron durante el Largo. Cuando terminaron los últimos compases, se desató un verdadero pandemónium en la sala. De un golpe, Shostakovich recuperó su lugar como el más eminente y reconocido de los compositores soviéticos. La prensa, que tanto lo había atacado, se deshizo ahora en elogios. Muy poco después la obra se es- trenó en todas las capitales occidentales. Desde entonces, se convirtió en la más popular de las quince sinfonías de su autor.
En junio de 1941 las tropas alemanas invadieron el territorio soviético y estalló "La Gran Guerra Patriótica". Shostakovich se quedó en Leningrado pese a la reiterada invitación del gobierno a que ocupara un puesto en el Conservatorio de Tashkent, y decidió componer una obra en gran escala acerca de los terribles momentos que se vivían: sería su Séptima sinfonía, principiada en agosto de 1941. Pese a los bombardeos diarios, Shostakovich compuso sin cesar. El 27 de septiembre, justo al terminar el tercer movimiento, recibió órdenes terminantes de abandonar Leningrado. Con su esposa e hijos, llevando consigo los manuscritos de Lady Macbeth y de la nueva sinfonía y casi sin equipaje, salió por avión a Moscú. Se refugió en Kuibishev y el 27 de diciembre de 1941 puso punto final a la Séptima sinfonía, titulada A la ciudad de Leningrado. Le correspondió a la orquesta del Teatro Bolshoi de Moscú y a su director, Samuel Samosud, hacer en esta ciudad del Volga el estreno mundial de la Séptima, con enorme éxito, en marzo de 1942. A fines de ese mismo mes se tocó en Moscú en un concierto transmitido por radio a todo el mundo. La obra adquirió el carácter simbólico de la heroica resistencia de Leningrado y capturó la atención universal. La partitura fue reproducida en un microfilme que, como si fuera un documento ultrasecreto, se envió de Moscú a Teherán, de ahí a El Cairo y a Casablanca, en donde lo recogió un barco de guerra estadounidense que lo llevó a los Estados Unidos. Arturo Toscanini dirigió el estreno norteamericano el 19 de julio de 1942. Carlos Chávez la estrenó poco después en México. Solamente ese año se tocó casi un centenar de veces en todo el mundo.
Durante la guerra, la atmósfera de terror creada por Stalin se relajó considerablemente en la URSS. Stalin requería de la solidaridad general y, por ello, las purgas se suspendieron y amainó también la persecución religiosa. La Octava sinfonía de Shostakovich fue tolerada pese a sus tonos sombríos y amargos, contrarios a los cánones del realismo socialista. A fines de 1944 se corrió la voz de que Shostakovich escribía una nueva sinfonía, la Novena. La compuso en julio y agosto de 1945, a los pocos meses de la victoriosa llegada de las tropas soviéticas a Berlín. Se esperaba una obra concebida en celebración de la gran victoria. He aquí cómo analizó el autor, mucho después, las circunstancias del estreno: "Confieso que di esperanzas a los sueños del conductor y maestro. Anuncié que escribiría una apoteosis... Cuando se tocó mi Novena sinfonía, Stalin se puso furioso. Se sentía profundamente ofendido porque no había coros ni solistas, ni una apoteosis, ni siquiera una miserable dedicatoria. Era sólo música..."
Las esperanzas de que se consolidara la atmósfera de relativa tolerancia se evaporaron en los primeros meses de la posguerra. En 1946, el Comité Central se lanzó a una sistemática campaña para restablecer el control sobre la literatura y las artes. El hombre escogido por Stalin para dirigir esta campaña fue Andrei Zhdanov, secretario del Comité Central. El periodo de terror que desencadenó en la comunidad intelectual pasó a la historia como la Zhdanovshchina. La campaña se dirigió en 1946 a la literatura, el teatro y el cine, con funestos y dramáticos resultados. El Partido se abocó al tema de la música en 1948. Zhdanov convocó en enero a una reunión del Sindicato de Compositores. Allí se desataron los ataques contra los más prominentes compositores soviéticos (Shostakovich, Prokofiev, Jachaturián, Kabalevski y Miaskovski), quienes fueron calificados como "los máximos burócratas de la música", "inmunes a toda crítica".
Terminada la reunión del Sindicato de Compositores, el CC del PC analizó los problemas de la música soviética y llegó a la siguiente conclusión:
En cuanto las circunstancias lo permitieron, Shostakovich acometió un proyecto que llevaba años obsesionándolo: la composición de la ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk, basada en la novela homónima de Leskov. La ópera se estrenó el 22 de enero de 1934 en el Teatro Maly de Leningrado. Dos días después se presentó en Moscú en el Teatro Nemirovich-Danchenko y posteriormente en la filial del Teatro Bolshoi. El éxito fue inmenso. En ambas ciudades se representó Lady Macbeth varias veces por semana durante dos temporadas. La ópera se representó en Londres y en Estados Unidos, y también tuvo un éxito notable. Shostakovich había alcanzado la cumbre de la popularidad.
El culto a Stalin estaba también acercándose a su cima. El Gran Conductor, Stalin en persona, asistió a una función de Lady Macbeth el 26 de diciembre de 1935. No le gustó la música y quizá vio en algunas escenas una alusión a sus propias campañas de terror y una sátira contra los órganos de seguridad. El hecho es que salió enfurecido del teatro. Lady Macbeth fue inmediatamente retirada del repertorio del país entero. Se retiraron de las programaciones concertísticas todas sus obras. El compositor fue convocado a una reunión especial de la Unión de Compositores, en Moscú. Sobre él se descargó un alud de críticas por su "formalismo", por la "vulgaridad de su música", por sus "tendencias modernistas burguesas". Shostakovich tenía preparada una pequeña maleta y esperaba angustiado a que cualquier noche, muy tarde, como solían, tocaran a su puerta los "órganos de seguridad" y lo arrestaran. Sin embargo, los órganos no se presentaron. Stalin, que no tuvo el menor escrúpulo en enviar a tanta gente a la muerte, debe haber sentido algún respeto misterioso o supersticioso por Shostakovich, igual que por Pasternak, y nunca llegó a tocarlo físicamente.
Antes de que se desatara la feroz campaña contra él, Shostakovich inició la composición de una nueva sinfonía, la Cuarta, una de sus obras más extraordinarias. El compositor, tras nada menos que diez ensayos, decidió retirar su sinfonía y posponer el estreno. El retiro de la obra fue oportuno. Zinoviev, Kamenev y catorce "cómplices" acababan de ser ejecutados. Los arrestos y las desapariciones masivas de supuestos "enemigos del pueblo" se habían vuelto cosa rutinaria. Era la época del "Gran Terror".
En abril de 1937, Shostakovich inició la composición de su Quinta sinfonía. El autor le puso a la obra el subtítulo "Respuesta creadora de un artista a una crítica", como para dar a entender que había tomado debida nota de las reprimendas del Partido. Se puede uno imaginar el nerviosismo del autor la noche del estreno, el 21 de noviembre de 1937. La sala estaba repleta y se respiraba un ambiente de tensión febril. El público quedó absorto desde las primeras notas de la nueva sinfonía. Muchos no pudieron contener la emoción y lloraron durante el Largo. Cuando terminaron los últimos compases, se desató un verdadero pandemónium en la sala. De un golpe, Shostakovich recuperó su lugar como el más eminente y reconocido de los compositores soviéticos. La prensa, que tanto lo había atacado, se deshizo ahora en elogios. Muy poco después la obra se es- trenó en todas las capitales occidentales. Desde entonces, se convirtió en la más popular de las quince sinfonías de su autor.
En junio de 1941 las tropas alemanas invadieron el territorio soviético y estalló "La Gran Guerra Patriótica". Shostakovich se quedó en Leningrado pese a la reiterada invitación del gobierno a que ocupara un puesto en el Conservatorio de Tashkent, y decidió componer una obra en gran escala acerca de los terribles momentos que se vivían: sería su Séptima sinfonía, principiada en agosto de 1941. Pese a los bombardeos diarios, Shostakovich compuso sin cesar. El 27 de septiembre, justo al terminar el tercer movimiento, recibió órdenes terminantes de abandonar Leningrado. Con su esposa e hijos, llevando consigo los manuscritos de Lady Macbeth y de la nueva sinfonía y casi sin equipaje, salió por avión a Moscú. Se refugió en Kuibishev y el 27 de diciembre de 1941 puso punto final a la Séptima sinfonía, titulada A la ciudad de Leningrado. Le correspondió a la orquesta del Teatro Bolshoi de Moscú y a su director, Samuel Samosud, hacer en esta ciudad del Volga el estreno mundial de la Séptima, con enorme éxito, en marzo de 1942. A fines de ese mismo mes se tocó en Moscú en un concierto transmitido por radio a todo el mundo. La obra adquirió el carácter simbólico de la heroica resistencia de Leningrado y capturó la atención universal. La partitura fue reproducida en un microfilme que, como si fuera un documento ultrasecreto, se envió de Moscú a Teherán, de ahí a El Cairo y a Casablanca, en donde lo recogió un barco de guerra estadounidense que lo llevó a los Estados Unidos. Arturo Toscanini dirigió el estreno norteamericano el 19 de julio de 1942. Carlos Chávez la estrenó poco después en México. Solamente ese año se tocó casi un centenar de veces en todo el mundo.
Durante la guerra, la atmósfera de terror creada por Stalin se relajó considerablemente en la URSS. Stalin requería de la solidaridad general y, por ello, las purgas se suspendieron y amainó también la persecución religiosa. La Octava sinfonía de Shostakovich fue tolerada pese a sus tonos sombríos y amargos, contrarios a los cánones del realismo socialista. A fines de 1944 se corrió la voz de que Shostakovich escribía una nueva sinfonía, la Novena. La compuso en julio y agosto de 1945, a los pocos meses de la victoriosa llegada de las tropas soviéticas a Berlín. Se esperaba una obra concebida en celebración de la gran victoria. He aquí cómo analizó el autor, mucho después, las circunstancias del estreno: "Confieso que di esperanzas a los sueños del conductor y maestro. Anuncié que escribiría una apoteosis... Cuando se tocó mi Novena sinfonía, Stalin se puso furioso. Se sentía profundamente ofendido porque no había coros ni solistas, ni una apoteosis, ni siquiera una miserable dedicatoria. Era sólo música..."
Las esperanzas de que se consolidara la atmósfera de relativa tolerancia se evaporaron en los primeros meses de la posguerra. En 1946, el Comité Central se lanzó a una sistemática campaña para restablecer el control sobre la literatura y las artes. El hombre escogido por Stalin para dirigir esta campaña fue Andrei Zhdanov, secretario del Comité Central. El periodo de terror que desencadenó en la comunidad intelectual pasó a la historia como la Zhdanovshchina. La campaña se dirigió en 1946 a la literatura, el teatro y el cine, con funestos y dramáticos resultados. El Partido se abocó al tema de la música en 1948. Zhdanov convocó en enero a una reunión del Sindicato de Compositores. Allí se desataron los ataques contra los más prominentes compositores soviéticos (Shostakovich, Prokofiev, Jachaturián, Kabalevski y Miaskovski), quienes fueron calificados como "los máximos burócratas de la música", "inmunes a toda crítica".
Terminada la reunión del Sindicato de Compositores, el CC del PC analizó los problemas de la música soviética y llegó a la siguiente conclusión:
Tras la muerte de Stalin, Shostakovich empezó a publicar algunas de las obras que no se había atrevido a dar a conocer: sus cuartetos 4 y 5, el ciclo vocal De la poesía popular judía y el Concierto No. 1 para violín y orquesta. La primera obra compuesta por Shostakovich después de la desaparición de Stalin fue su Décima sinfonía, poderosa obra que despertó el más grande interés. El autor se limitó a decir que "en esa composición había querido describir emociones y pasiones humanas". Más tarde se supo que su intención fue representar la época de Stalin y que el segundo movimiento, con su extraordinaria y diabólica violencia, es una especie de retrato musical del dictador.
La actitud del gobierno parece encaminada en esos años a conquistar totalmente a Shostakovich y a presentarlo como el compositor oficial y utilizarlo en su propaganda política. El gobierno le otorgó en octubre de 1954 el título de Artista del Pueblo de la URSS. Su Undécima sinfonía lo hizo acreedor en 1958 al Premio Lenin. Su posición económica empezó a mejorar considerablemente. El gobierno lo nombró presidente del concurso Chaikovski y lo envió en viaje oficial a los Estados Unidos y a México en 1959. En 1960 fue nombrado primer secretario de la Unión de Compositores de la Federación Rusa. Poco después se le obligó, literalmente, a hacerse miembro del Partido, lo cual, según relata Vladimir Ashkenazi, constituyó para él una humillación que le costó lágrimas. Pese a su estatus de compositor oficial, Shostakovich continuó enfrentando la hostilidad subterránea de importantes sectores del Partido y del gobierno. La hostilidad afloró de manera clara en el estreno de obras polémicas. Un buen ejemplo es el caso de la Sinfonía No. 13.
A raíz del XXII Congreso del Partido Comunista de 1961, el régimen, encabezado por Nikita Jrushchov, permitió la publicación de libros y artículos sobre la barbarie estalinista. Uno de ellos fue el poema Babi Yar, de Yevgeni Yevtushenko. El tema es la masacre en la barranca de Babi Yar, en la que los nazis ejecutaron a setenta mil judíos en 1941. Pero Yevtushenko alude también al antisemitismo soviético, cuya existencia había cínicamente ocultado el Partido. El poema despertó una honda emoción en Shostakovich, que siempre se había sentido identificado con los sufrimientos de los judíos y que había compuesto varias obras de inspiración hebraica durante la campaña antisemita del final del régimen de Stalin. Shostakovich decidió componer una obra para bajo, coros y orquesta basada en Babi Yar y luego agregó otros cuatro movimientos, todos basados en poemas de Yevtushenko. El Partido se alarmó ante las posibles consecuencias del estreno de la nueva sinfonía e intentó sabotear el concierto, fijado para el 18 de diciembre de 1962. Obligaron a Alexander Vedernikov, el bajo que iba a cantar la parte solista, a retirarse. Shostakovich y sus aliados reclutaron un sustituto, Viktor Nechipailo. Sin embargo, una burda y vil maniobra de las autoridades amenazó nuevamente con derrotar a los organizadores. Esa misma noche se daba en el Teatro Bolshoi la ópera Don Carlo, de Verdi. Obligaron al bajo que cantaba en el Bolshoi a "enfermarse" y convocaron a Nechipaylo a sustituirlo. ¡La Sinfonía No. 13 se quedaba sin solista! Pero dio la circunstancia de que el joven bajo Vitali Gromadski, que había estudiado la parte para algún concierto futuro, se presentó en la mañana para el ensayo general. El director Kondrashin se abalanzó sobre el asustado Gromadski, que se convirtió en el salvador del concierto. El éxito fue extraordinario. Los gritos de ¡Bravo Shostakovich! ¡Bravo Yevtushenko! retumbaron por el aire. La mañana siguiente apareció en Pravda la noticia una minúscula frase del estreno, un absurdo anticlímax para cualquiera que hubiera presenciado tan histórica velada. La Sinfonía No. 13 se salvó de quedar condenada al silencio gracias a Mistislav Rostropovich, que aprovechó una gira por los Estados Unidos para llevarse clandestinamente la partitura y dársela a Eugene Ormandy, director de la Orquesta de Filadelfia.
Shostakovich falleció en 1975. Galina Vishievskaia escribió en 1984, siete años antes del colapso final de la URSS: "Si la conciencia humana de Rusia se está liberando, una parte del crédito debe otorgarse a Dimitri Shostakovich quien, de principio a fin de su carrera, convocó a todos con su música a protestar contra el aplastamiento del individuo. Su música es el alma del pueblo ruso del siglo XX."
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