Puccini - Tosca
Puccini - Tosca
Personajes
- Turandot — Princesa china — soprano
- Altoum — Emperador de China, padre de Turandot — tenor
- Timur — Rey exiliado de Tartaria, padre de Calàf — bajo
- Calàf — El príncipe desconocido, Hijo de Timur — tenor
- Liù — Esclava de Timur — soprano
- Ping — Ministro de la corte — barítono
- Pang — Ministro de la corte — tenor
- Pong — Ministro de la corte — tenor
- Un mandarín — barítono
- Príncipe de Persia — tenor
- Pu-Tin-Pao — El verdugo — papel mudo
- Guardias imperiales, los hombres del verdugo, niños, sacerdotes, mandarines, dignatarios, hombres sabios, doncellas, soldados, portaestandartes, músicos, fantasmas de los pretendientes, público
Argumento
La acción tiene lugar en Pekín, en el tiempo de las fábulas.
ACTO I
Junto a la muralla de Pekín, un mandarín da lectura a un decreto ante el pueblo allí congregado (Popolo di Pechino...). Según la ley, dice, la princesa Turandot sólo se casará con el príncipe de sangre real que sea capaz de resolver las tres adivinanzas que le propongan; el fracaso en la empresa supone a la vez la muerte, y ésta es la pena que aguarda al príncipe de Persia, que ha fracasado en su intento. El pueblo pide la sangre del príncipe; los guardias empujan a la multitud, que a su vez va en tropel hacia el palacio, gritando el nombre del verdugo, Pu-Tin-Pao.
En el tumulto ha caído un anciano. La esclava Liù, su devota compañera, pide ayuda a un hombre, el Príncipe Desconocido. Este reconoce en el anciano a su padre, Timur, y Timur a su hijo (son fugitivos de su país, huyendo de un usurpador al trono, y han de permanecer incógnitos). Mientras sigue oyéndose como fondo la sed de sangre de la multitud, Timur cuenta a su hijo cómo ha sido cuidado por Liù, y ella, a su vez, explica su actitud: en una ocasión el Príncipe le dirigió una sonrisa.
Se inician los preparativos para la ejecución. La cuchilla es afilada ante los ojos de la multitud, que no cesa en sus salvajes cánticos. El tono violento desciende cuando empieza a caer la noche, en espera de que salga la luna, pero de nuevo vuelven a reclamar a Pu-Tin-Pao. Se oyen voces infantiles y después aparece el cortejo. Ahora el pueblo, al ver el pálido semblante del joven Príncipe de Persia, pide piedad para él (O giovanotto! Grazia, grazia...). El desconocido príncipe que había ayudado a su padre en las calles observa con horror el espectáculo, y se une al pueblo despreciando tan cruel acto. Aparece Turandot en un balcón del palacio. Todos los presentes inclinan sus cabezas, menos el verdugo y los dos príncipes. Turandot hace un gesto expresivo, indicando que se cumpla la sentencia, sin pronunciar una palabra.
El Príncipe Desconocido ha quedado deslumbrado ante la belleza de Turandot (O divina bellezza! O meraviglia!). Cuando pasa el cortejo, con los sacerdotes, el Príncipe decide quedarse allí a pesar de las súplicas de Timur y de Liù, y decide presentarse a la prueba y hacer sonar el gong ceremonial para anunciarlo.
Ping, Pang y Pong, tres de los ministros de Turandot, vestidos con grotescas máscaras, interceptan el paso del Príncipe y tratan de disuadirle de su propósito. Ping dice que Turandot no es más que una mujer como las otras y que no merece la pena arriesgarse por ella, y que su suerte será la misma que la de los otros pretendientes. Su charla es interrumpida por sirvientas de Turandot, que les ordenan silencio para no perturbar su descanso. Pero pronto los ministros reanudan su charla. La sombra de los pretendientes de Turandot, muertos en el intento de conseguirla, vuelan sobre ellos. Finalmente, el Príncipe ahuyenta a las "máscaras", pero su padre y después Liù (Signore, ascolta!) tratan de disuadirle diciéndole que los dos morirán si persiste en su actitud. Él se conmueve ante los ruegos: Non piangere, Liù, pero sigue firme en su resolución, por lo que los cinco le piden que abandone su empresa, petición reforzada por voces ocultas que le advierten de una muerte segura. En el momento más elevado, el Príncipe llama por tres veces a Turandot y golpea, también por tres veces, el gong, comprometiéndose como pretendiente a la mano de Turandot o a la muerte.
ACTO II
En un pabellón, Ping, Pang y Pong están haciendo los preparativos necesarios para unos esponsales o para un funeral; recuerdan tranquilamente los días felices anteriores al sangriento reinado de Turandot. Ping recuerda su casa junto al lago de Honan; Pang sus bosques de Tsiang, y Pong su jardín en Kiu. Y piensan en los innumerables pretendientes de Turandot que han sido ejecutados, imaginando los felices que serían si llegara el momento en que tuviesen que preparar un lecho nupcial en vez de un cadalso para la ejecución. Los rumores que llegan desde palacio y la multitud que empieza a congregarse les hacen volver de nuevo a sus tareas.
La escena es ahora en una plaza ante el palacio, mientras la multitud se congrega para presenciar el desarrollo de la nueva pretensión. En lo alto de una imponente escalera aparece el anciano emperador Altoum, sentado en un alto trono; la multitud se postra ante él. Con voz débil y temblorosa trata de disuadir al Príncipe, pero tampoco lo consigue. Como en ocasiones anteriores un mandarín da lectura al decreto y se oyen voces infantiles llamando a Turandot, que entra, ahora vestida de oro. En su aria In questa reggia, explica las razones de su bárbaro edicto: una de sus antepasadas, la princesa Lou-Ling, fue raptada y violada cruelmente por un bárbaro. Ella desea vengarla entonces, imponiendo su prueba mortal a todos los príncipes que vienen de distintos reinos para conquistarla. Con aire amenazador aconseja al príncipe que no siga adelante, pero él insiste en su propósito con aire determinado.
Luego, Turandot misma formula los enigmas. El primero es: "En la oscura noche vuela un fantasma iridiscente. Se eleva y despliega las alas sobre la negra e infinita humanidad. Todo el mundo lo invoca y todo el mundo lo implora, pero el fantasma desaparece con la aurora para renacer en el corazón. ¡Y cada noche nace y cada día muere!". El príncipe piensa y acierta respondiendo: "la esperanza". Turandot prosigue: "Surge como una llama, y no es llama. Es a veces delirio. Es fiebre de ímpetu y ardor. La inercia lo torna en languidez. Si se pierde o mueres, se enfría. Si anhelas la conquista, se inflama. Tiene una voz, que escuchas palpitante, y del ocaso, el vivo resplandor", y la respuesta al segundo enigma es "la sangre". Finalmente, temblorosa y perdiendo la compostura, formula el tercer enigma: "Hielo que te inflama y con tu fuego aún más se hiela. Cándida y oscura. Si libre te quiere, te hace más esclavo. Si por esclavo te acepta, te hace rey". Al verlo dudar por varios instantes, Turandot ríe de la suerte del concursante. Éste, al observarla directamente a los ojos y contemplar su belleza, se reincorpora triunfante y responde: "Turandot".
Ante la alegría de todos, el Príncipe ha triunfado. El emperador y el pueblo declaran que el juramento obliga y Turandot debe aceptarlo. Ella protesta ásperamente y pregunta al príncipe si la quiere conseguir por la fuerza, a lo que él replica que no y le ofrece, a su vez, una oportunidad de quedar libre: si descubre su nombre antes de la siguiente mañana, el Príncipe está dispuesto a morir (Dimmi il mio nome e all'alba morirò...). El Emperador ruega para que esa mañana el príncipe se convierta en su hijo. Cuando la corte se retira, el pueblo vuelve a postrarse ante ella y canta en su honor.
ACTO III
Noche en el jardín del palacio. En la distancia se oye a los heraldos que proclaman una orden de Turandot: Nessun dorma; el nombre del Príncipe debe ser descubierto bajo pena de muerte. Los guardias recorren las calles entonces, pidiendo que nadie duerma en Pekín. El Príncipe recoge las palabras en una aria a la que se une un coro de voces entre bastidores, siendo la pieza más destacada de la obra. Se acercan Ping, Pang y Pong tratando de persuadirle de que abandone su intento, que está llenando de terror a Pekín, para lo que le ofrecen bellas muchachas y cofres de oro y joyas. También el pueblo se une a la petici6n de los tres nobles, pero el príncipe sigue firme en su pretensión.
De repente, entra un grupo de soldados llevando con ellos a Timur y a Liù, que habían sido vistos antes con el príncipe: Eccolo il nome exclaman. El Príncipe dice que ellos no saben nada, pero el pueblo no hace caso. Se pide la presencia de Turandot. Ping se ofrece para arrancarles el nombre; entonces Liù se adelanta y dice que sólo ella lo conoce. El pueblo pide que sea torturada; Ping pregunta el nombre una y otra vez, pero a pesar de ser sometida a crueles torturas Liù no responde. El Príncipe, presente e impávido, no interviene.
Turandot pregunta a Liù qué es lo que la hace tan fuerte (Chi posse tanta forza nel tuo cuore?); ella responde: el amor. Prosiguen las torturas y aparece el verdugo. Entonces Liù dice que hablará. En su aria Tu che di gel sei cinta predice que Turandot cederá finalmente ante el príncipe, así como su propia muerte. Y sacando un puñal se da muerte, cayendo a los pies del príncipe sin haber revelado su nombre. Timur, desesperado por la pérdida de la muchacha, toma su mano: Liù, bonta. Liù, dolcezza. La multitud, ahora arrepentida, pide al espíritu de Liù que los perdone.
(Aquí termina la música compuesta por Puccini).
Salen todos, excepto el Príncipe y Turandot. Él recrimina a Turandot por su dureza (Principessa di morte, Principessa di gelo!), y Turandot, que al principio rechaza al pretendiente, diciendo que ella es sagrada y que no debe profanarla, acepta que él la bese apasionadamente. Mientras se escuchan a lo lejos unas voces femeninas, Turandot empieza a ablandarse. Un coro infantil entona un himno a la mañana. Profundamente consternada por haber sido vencida por el Príncipe, Turandot llora por primera vez. Y le pide que la deje, victorioso, pues aún no ha podido conocer su nombre, pero él entonces se lo dice: Io son Calaf, figlio di Timur; ahora ella, si quiere, puede matarlo.
La breve escena final ocurre ante el palacio en donde la mulitud rinde homenaje al Emperador. Turandot trae a Calaf y dice a su padre que ya conoce el nombre del extranjero: Il suo nome è Amor. El pueblo canta lleno de júbilo.
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