Verdi - La Traviata
Verdi - La Traviata
Personajes
- Violetta Valéry — Cortesana — soprano
- Alfredo Germont — Amante de Violetta — tenor
- Giorgio Germont — Padre de Alfredo — barítono
- Flora Berboixo — Amiga de Violetta — mezzosoprano
- Marchese d'Obigny — Amante de Flora — bajo
- Barone Douphol — Protector de Violetta — barítono
- Annina — Criada de Violetta — soprano
- Gastone — Amgigo de Alfredo — tenor
- Dottore Grenvil — Médico de Violetta — bajo
Argumento
Está dividida en tres actos, que respetan la estructura tradicional de presentación, desarrollo y desenlace. El eje dramático de la ópera se centra en la protagonista, Violeta Valéry, a diferencia de la novela de Alejandro Dumas, que fija su atención en su amante, Alfredo Germont, y que hace de ella un retrato aún más idealizado y la muestra como un ser casi angelical.
La acción tiene lugar en París a mediados del siglo XIX. El primer acto en agosto, el segundo en enero y el tercero en febrero.
ACTO I
El salón en casa de Violeta
El telón se alza sobre el lujoso salón de Violeta, una famosa cortesana, en el que se está celebrando una reunión festiva para celebrar su recuperación de una enfermendad. Violeta da la bienvenida a Flora y a otros amigos, entre los que se encuentra el barón Douphol, antiguo admirador de la anfitriona. Entra ahora Gastón, otro amigo, con Alfredo, que es presentado a Violeta como alguien que la admira desde hace mucho tiempo. Violeta se muestra con él ligera, como de costumbre, pero en el fondo el joven le ha impresionado. Cuando Alfredo, requerido por los demás invitados, encabeza un brindis (Libiamo ne' lieti calici — Bebamos en las alegres copas), Violeta se levanta y entona la segunda estrofa, a lo que el coro de invitados se les une alegremente.
Se oye música de baile procedente de un salón contiguo. Cuando los invitados se disponen a bailar, Violeta sufre un ataque de tos. Pide a los presentes que vayan a bailar y no se preocupen, pero cuando se mira en un espejo y ve la palidez de su rostro, se da cuenta de que uno de sus invitados ha permanecido junto a ella. Es Alfredo, que confiesa a Violeta que la ama desde hace más de un año (Un dì, felice, eterea — El día que te conocí). Gastón llama a Violeta desde el salón contiguo y ella se despide tiernamente de Alfredo. Cuando él se marcha, Violeta le regala una camelia y le dice que regrese cuando la flor se haya marchitado. Ella le promete reunirse con él al día siguiente.
Regresan los invitados y se disponen a marcharse. Sola, Violeta piensa en Alfredo: È strano! — Es extraño, y después, Ah, fors'è lui... — Ah, quizás es él.... Parece vislumbrar una vida nueva y más limpia en lo que Alfredo le ofrece. Finalmente, desecha la idea: necesita ser libre para vivir su vida, día y noche, de un placer a otro (Sempre libera — Siempre libre). Desde fuera del escenario, la voz de Alfredo se oye cantando acerca del amor mientras baja por la calle.
ACTO II
Cuadro primero: salón de una casa de campo en las afueras de París
Pero Alfredo la ha conquistado, evidentemente. Él y Violeta se han instalado en un hotelito cercano a París, en la campiña. Alfredo, solo, canta su nueva existencia feliz (De miei bollenti spiriti — De mi espíritu fogoso). Pero cuando entra Annina, la sirvienta de Violeta, le dice que ha estado en París, por encargo de su señora, vendiendo las alhajas de Violeta para pagar las deudas de la idílica vida que llevan los dos amantes. Alfredo, avergonzado, sale inmediatamente para París con el propósito de resolver la situación económica, que él desconocía.
Entra en escena Violeta, que ha recibido una carta de su amiga Flora invitándola a un baile que se celebrará esa misma noche. Llega ahora Giorgio Germont, padre de Alfredo, que viene con el intento de acabar. aquellas relaciones, sobre todo, porque cree que Violeta está arruinando a su hijo; pero descubre que, por el contrario, es Violeta la que está vendiendo todo lo que posee para mantener a los dos. Giorgio, no obstante, pide a Violeta que se sacrifique, renunciando a Alfredo, para no frustrarse el proyectado matrimonio de la hermana de Alfredo (Pura siccome un angelo — Pura como un ángel), y que la situación de su hijo es una desgracia para la familia. Así, pide a Violeta que abandone a su amante, pero que no le diga por qué lo hace. Ella, al principio, se niega a romper con su amado, pero finalmente, llena de tristeza, consiente en ello, pidiendo a Germont que diga a su hija que alguien se ha sacrificado por su felicidad (Dite alia giovine — Dígale a la joven).
Violeta escribe una nota a Alfredo, en la que le dice que lo abandona, sin más explicaciones, de tal modo que él pueda pensar que se ha portado falsamente con él. Germont, cada vez más conmovido por la nobleza de espíritu de Violeta, la abraza como haría un padre. Después, sale de escena.
Violeta llama a Annina, y está a punto de entregarle la nota para Alfredo, cuando aparece éste. Violeta le pide que la ame tan apasionadamente como ella le ama a él (Amami, Alfredo), y se marcha. Alfredo no sabe lo que ha sucedido hasta que un mensajero le hace entrega de una carta en la que Violeta le dice que lo abandona. Lleno de angustia, ve entrar a su padre, que intenta consolarlo y le propone que regrese con él a su Provenza natal (Di Provenza il mar — De Provenza el mar). Pero Alfredo sospecha que Violeta se ha marchado con Douphol, su antiguo admirador. Y al ver la carta que Flora envió a Violeta, decide ir a la fiesta, encontrarse con Violeta y tomar venganza.
Cuadro segundo: fiesta en casa de Flora
La fiesta de máscaras está en pleno apogeo. Unos invitados van disfrazados de toreros, otros de gitanos, mientras suena una música apropiada a estos disfraces (Noi siamo zingarelle — Somos gitanillas); (Di Madride noi siam mattadori — Somos toreros de Madrid).
De repente entra Alfredo y se une a un grupo de jugadores de cartas. Aparece Violeta, del brazo del barón Douphol. Alfredo, que está ganando en el juego, hace alusiones insultantes que no pueden referirse sino a Violeta. Se produce una gran tensión entre Alfredo y el barón y el duelo parece inevitable.
Sola con Alfredo, Violeta le pide que la deje, por la propia conveniencia de él. Esto hace aumentar la furia de Alfredo, que alcanza su punto culminante cuando ella le dice sin revelarle la verdad de lo ocurrido que ama al barón. Alfredo llama a los invitados, insulta a Violeta y les hace testigos (Questa donna conoscete? — ¿Conocéis a esta dama?) lanzando a Violeta una bolsa con dinero de que ha pagado totalmente su deuda con ella. Mientras todos los invitados se muestran indignados por la conducta de Alfredo, entra Giorgio Germont y descalifica la acción de su hijo (Di sprezzo degno, se stesso rende — Digno de desprecio es el hombre). En el concertante final se oye a la desdichada Violeta afirmando que sigue enamorada de Alfredo (Alfredo, Alfredo, di questo cuore non puoi comprendere tutto l'amore — «Alfredo, Alfredo, no puedes entender todo el amor de este corazón).
ACTO III
Meses después, dormitorio de Violeta.
Violeta vive sola con su fiel Annina; está gravemente enferma y apenas tiene dinero para sobrevivir. Se encuentra en cama cuando, muy de mañana, recibe la visita del médico que tranquiliza a la enferma, pero confiesa a Annina que le quedan muy pocas horas de vida.
Se marcha Annina y Violeta vuelve a leer la carta que ha recibido del padre de Alfredo en la que le dice que ha revelado a su hijo el sacrificio de su amada y que Alfredo se ha puesto en camino para pedir perdón a Violeta (Teneste la promessa — Habéis mantenido la promesa). Mientras lee la carta, la orquesta interpreta la melodía de la canción con la que Alfredo se declaró al final del primer acto. Ella lamenta su enfermedad y recuerda los bellos momentos del pasado (Addio, del pasato bei sogni ridenti).
Por la ventana entra a raudales el bullicio del carnaval, que se celebra en la calle. Vuelve Annina y da entrada a un visitante: Alfredo. Los enamorados se funden en un abrazo en el que todas las pasadas amarguras se han olvidado. Alfredo dice a Violeta que la llevará fuera de París (Parigi, o cara, noi lasceremo — Querida, dejaremos París). Pero después de estos momentos de intensa alegría, Violeta se siente mal y envio a Annina en busca del médico, dándose cuenta de que su muerte está muy próxima (Gran Dio! morir sì giovane — ¡Oh, Dios! Morir tan joven). Entra en escena el padre de Alfredo. Violeta entrega a su amado un medallón, diciéndole que se lo dé a la mujer con la que se una en matrimonio. Annina llega con el médico y todos presencian la súplica de Violeta a Alfredo (Prendi, quest'è l'immagine — Toma, esta es la imagen de mis días pasados).
Súbitamente cesa la agitación de la enferma. Y reviviendo los momentos felices de su amor, Violeta muere en brazos de Alfredo.
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